No sé acostumbra a ser barbecho, ni a tener que reciclarse; Ni a la fatiga que producen los alfileres en un lado de su pecho.
¡ No sé acostumbra !
No sé acostumbra a barrer ausencias, siempre vuelven en las corrientes de las ventanas. No sé acostumbra a ser saliva que no se gasta y muere en la deglución de los silencios. © Blanca Vicario |
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