martes, 18 de febrero de 2014

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Tu cuerpo y el mío ya no saben de formas,
todas fueron envueltas para guardar.
El camino es testigo de lunas y pájaros
que hacen interminable su canto.
Las fuentes están frías y húmedas
y yacen en la espera de rostros
y labios ardientes para calmar.
Una quietud se hace eterna
cuando tus ojos ya no miran los míos;
Y sé, que el silencio vendrá envuelto
en unas manos marcadas con olor a madrugada.
Y se degustará ese sabor de invierno y soledad,
como árboles desnudos pidiendo a gritos tus dedos.

© Blanca