Me acostumbré, a viajar desnuda contando los lunares de tu espalda. Aprendí, que se puede poner nombre a cada uno de ellos. Sosegar… y con los dedos alcanzar alguna estrella. Inventar… mil y una historia, en ese pequeño espacio que dejan dos cuerpos. Es ahí, cuando comienza la fábula. © Blanca |
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