lunes, 21 de abril de 2014

Hubo...

Hubo un hombre
que me amó
y posaba palabras en mi boca;
silenciosas,
penetrantes,
como agua para la sed.

Invadió todas mis formas,
haciendo huecos
donde enterrar sus versos.

Ahora,
en la tumba de mis ojos,
reza el tiempo
y en mi pecho un epitafio
que se lee
desde muy lejos;
desde el polo
hasta el desierto.

Y me congela
y me traspasa
y me sostiene...
hasta llegar el día.

Donde se escriba:
Hubo un hombre que me amó
hasta matarme.

© Blanca Vicario

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